Jesús María Silveyra

lunes, diciembre 29, 2008

UN VIAJE POR TURQUIA

Invitados por la Fundación de la Amistad Argentino-Turca, un grupo de ocho argentinos, el pasado mes de septiembre de 2008, visitamos Estambul, Esmirna, Efeso y Ankara. Fuimos de la partida: monseñor Carlos Malfa, obispo, presidente de la Comisión que se ocupa del ecumenismo y diálogo interreligioso de la Conferencia Episcopal Argentina; el embajador Juan Landaburu, subsecretario de Culto de La Nación; el doctor Sebastián Gramajo, diputado de la ciudad de Buenos Aires; Sergio Rubín, periodista del diario Clarín (acompañado por su esposa Mirtha); Pedro Brieger, periodista de canal 7 de televisión y América 24; Carmen María Ramos, periodista del diario La Nación; Beytullah Cholak y Mansur Omercikoglu, ambos turcos y miembros de la Fundación y el suscripto, Jesús María Silveyra, escritor.

El viaje, organizado de manera excelente por la Fundación (que tiene sus orígenes en el Movimiento fundado por el líder religioso islámico, Fetullah Gullen), no tuvo desperdicio. Tuvimos citas con intelectuales, políticos, religiosos, periodistas, empresarios, educadores y profesionales de distinta índole. Visitamos el Parlamento Nacional, escuelas, hospitales, museos, iglesias, mezquitas, universidades, empresas, diarios y estudios de televisión. Ese contacto abierto con mujeres y hombres de tan distintos quehaceres, nos permitió formarnos una idea bastante concreta del proceso político, económico, cultural y religioso por el que atraviesa Turquía.

En mi caso particular, que ya había estado en este fascinante país en el 2006, esta nueva visita no hizo más que completar los conceptos y fortalecer las imagenes que había recogido en aquel viaje realizado con fines de investigación literaria, coincidente con la visita del Papa Benedicto XVI a Turquía, y que dio origen a mi libro "Diálogo con el el Islam", en el que me refiero, entre otras cosas, al asesinato perpetuado el 5 de febrero de 2006 en la ciudad de Trabzon (sobre el mar Negro) del sacerdote católico don Andrea Santoro. Demás está decir que en el mencionado libro, si bien cuestiono en forma radical todo fundamentalismo y, principalmente, el del joven de dieciséis años que asesinó a Santoro, no dejo de insistir en la necesidad de diálogo entre las dos religiones monoteístas más grandes y convocantes del mundo: cristianismo e Islam.
Ese diálogo no sólo es necesario, sino posible, como decía don Andrea Santoro: "Diálogo y convivencia no se dan cuando se está de acuerdo con las ideas y las elecciones ajenas, sino cuando se les deja lugar junto a las propias y cuando se intercambia como don el propio patrimonio espiritual".

He podido experimentar a través de estas visitas a Turquía y a mi frecuente contacto con los miembros del Movimiento fundado por Gullen, que más allá de mi fe católica, existen valores muy respetables en el Islam, por ejemplo, en la oración que realizan los musulmanes. Siento que en ella esta presente el encuentro entre el hombre y Dios.
En cuanto a la espiritualidad de Fetullah Gullen (recientemente elegido, por una revista británica, como el intelectual más influyente del mundo) y de los miembros de su Movimiento, lo que me conmueve es la apertura que tienen hacia las otras religiones insistiendo en la necesidad de dialogar con ellas, la paz interior que reflejan sus miembros a partir de la práctica religiosa, la insistencia en la educación como forma de elevación del hombre y la condena total y absoluta al terrorismo y el uso de la fuerza bajo pretextos religiosos.
En este viaje, además del ameno compartir y reir con el grupo, volví a enriquecerme con la historia de Turquía y su amplio acervo cultural, que va desde el refinamiento arquitectónico en las riberas del Bósforo, a la raíz primitiva de la tierra donde el hombre fue llamado por vez primera a seguir a un único Dios. Turquía, con su música, su comida, la belleza natural de su geografía, la calidez humana de sus habitantes y la religiosidad que emana de sus fuentes, volvió a sorprenderme y no dudo de que cuando regrese sucederá lo mismo.
Es que hay algo mágico flotando en el aire, sobre todo en Estambul, algo que para quien tiene el corazón sensible se vuelve poema y dice:

Vi tus ojos negros,
rompiendo con la bruma del Bósforo
y te sentí venir hacia mí
oliendo al humo del narguile
y a la salada espuma de dos mares
que querían estrecharse en un abrazo.
Dijiste una palabra turca,
que no alcancé a comprender,
pero supe por tus labios
que te llamabas Estambul,
porque luego señalaste con un dedo
a ese sol rojo de la tarde
que se caía sobre un minarete
y soltaba gaviotas en el aire
como a gotas de un tiempo
en que se hablaba
del Imperio.
Luego te diste vuelta
con el día que terminaba
y encendiste la estrellas
sobre la cúpula de Santa Sofía
y cuando quise decirte adiós,
plantaste una luna menguante
hecha de plata
sobre la mezquita Azul
y te esfumaste en el seseo
de la ola gris
rompiendo contra un muelle.


martes, diciembre 23, 2008

Navidad 2008





En esta nueva Navidad quiero agradecer diez cosas:



- La fe en Jesucristo: amor entregado que venció la muerte.

- Los padres que tuve: en el recuerdo por siempre.

- La mujer que se cruzó en mi vida: sabiduría en la escucha.

- Los hijos que Dios me ha dado: asombro en el crecimiento.

- Los amigos que he ido cosechando: reposo en el camino.

- Los libros que he podido escribir: consuelo del alma.

- El dinero que he producido: suficiente en la necesidad.

- La salud que me han regalado: agradecimiento cotidiano.

- Los países que he conocido: aprendizaje perpetuo.

- Los sueños y proyectos que tengo: aliento en el declinar.